miércoles, 13 de febrero de 2013

CAPITULO 6


Capítulo 6

El alma se fue antes de que la enfermera terminara conmigo y no había regresado. La siguiente vez que me desperté, rápidamente registré alrededor de la habitación, con la esperanza de que él hubiera regresado, pero mi madre ya trabajaba en su portátil desde un rincón. Me miró y sonrió.

—¡Buenos días! —El temor que había visto en sus ojos la noche anterior se había ido... ahora que me había despertado y la enfermera se había asegurado de que me recuperaría bien, parecía menos tensa y más como mi madre de nuevo.

Sonreí. —Buenos días. —Mi garganta se sentía un poco mejor gracias a todos los cubos de hielo que había comido. Me estiré por mi vaso de agua y mamá se levantó rápidamente.

—No te muevas. Tu costilla rota va a requerir que estés quieta por un
tiempo. —Puso la pajilla en mis labios y tomé pequeños sorbos de agua fría.

Se sintió maravillosa en mi garganta— Miranda ya ha llamado esta mañana y le dije que despertaste ayer por la noche. Está en camino, con Wyatt. — Mamá hizo una pausa y miró a la puerta—. Y Leif ha estado en la sala de espera toda la noche. Incluso durmió allí. Fui y le hice saber que habías despertado y le dije que se fuera a casa porque no podías recibir visitas, pero se quedó. Las enfermeras se sintieron mal por él y le dieron una almohada y mantas. —Se calló, como si no estuviera segura exactamente de por qué había querido permanecer en una sala de espera toda la noche. Los recuerdos de su falta a nuestra sesión de estudio, debido a Kendra, resurgieron.

Ya no me sentía triste o decepcionada. Las lágrimas que había derramado por él habían sido inú.tiles.

Mamá se mordió el labio inferior. —Me dijo que él fue la razón por la que saliste molesta de la escuela. No te he preguntado por qué no estabas en la escuela o que pasó, porque no quería molestarte. —Dejó de hablar y me estudió, esperando que dijera algo. ¿Qué podía decir? Realmente no quería ver a Leif. Casi me había matado a mí misma actuando como una chica ton.ta con un enamoramiento.

—¿Él ha estado aquí toda la noche? —Le pregunté, queriendo asegurarme de que le entendí correctamente.

Ella asintió con la cabeza.

—Ha estado aquí desde que se enteró de tu accidente. Vino con Miranda y Wyatt, pero no quiso irse con ellos.

—Bueno, um, si quiere entrar, entonces está bien.

Mamá parecía aliviada. Supongo que había estado preocupada de que pudiera decirle al pobre chico, que había esperado toda la noche en una incómoda sala de espera, que no quería verlo. Corrió hacia la puerta y oí a Miranda susurrar algo mientras pasaban. No hay duda de que hablaban sobre si quería que Leif me viera. Miranda entró y puso las manos en las caderas y me dio una gran sonrisa alegre.

—Mírate, completamente despierta y hermosa. —dijo, acercándose a mí y sentándose en la silla junto a la cama. Agarró mi mano y vi el brillo en sus ojos mientras luchaba con las lágrimas. Apreté su mano y su valentía se quebró. Dejó escapar un sollozo, mientras las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Miré a Wyatt, quien detrás de ella me observaba. Se encogió de hombros y me dio lo que podía decir que era una sonrisa forzada. Miranda se atragantó con un sollozo.

—Lo siento. Dije que no iba a llorar. Realmente había trabajado para estar brillante y alegre, pero sigo recordando tu coche y escuchando las palabras “Fue trasladada de urgencia al hospital, inconsciente” una y otra vez en mi cabeza. —Se limpió la cara mojada y sonrió a través de sus lágrimas. —Estoy tan contenta de que estés bien. Ayer fue el peor día de mi vida. —Llevó nuestras manos unidas hacia su boca y las besó.

—Lo sé. —dije simplemente. Porque lo hacía. Si hubiera sido ella, en
esta cama, en vez de mí, hubiera estado aterrorizada.

—Irónico ¿No es así? El día que decides romper las reglas, faltar a la escuela y no usar el cinturón de seguridad, lo cual es extraño ya que eres una nazi del cinturón de seguridad, todo explota en tu cara.

—Te dan ganas de seguir caminando por el camino recto y estrecho, ¿No? —Preguntó Wyatt con una sonrisa en su rostro.

Sonreí porque reírme me haría daño y Miranda rodó los ojos pero una sonrisa tiró de la esquina de su boca. —Sí, supongo que sí. —Quería aclarar el hecho de que había estado usando mi cinturón de seguridad, pero no podía explicar algo que no entendía, así que mantuve mi boca cerrada.

Llamaron a la puerta y Miranda me miró, mordiéndose el labio inferior con nerviosismo.

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