domingo, 3 de febrero de 2013

CAPITULO 2 parte 2


Sonreí y puse el vaso en el lavavajillas antes de voltearme hacia ella. —Lo siento, voy a tratar de recordarlo. Um, así que, ¿La segunda cita con este Roger?

Se ruborizó. —Sí y parece que somos capaces de hablar durante horas. Adoro su forma de pensar y ha viajado por todo el mundo. Mi mente siempre está girando cuando habla de lugares y cosas que nunca he visto. —Se encogió de hombros—. Me conoces, siempre estoy pensando en la historia detrás de todo.

Levanté las cejas y me acerqué a ella. —Y él es sexy.

Se rió, lo cual no era un sonido normal para mi mamá. —Oh, ahora no es por eso que me gusta. Es su forma de pensar y la conversación.

Me reí en voz alta. —Claro que lo es, mamá, sigue diciéndote esa mentira.

—Está bien, es bastante atractivo.

—Mamá, él es sexy y lo sabes. Es cierto, es mayor, pero aun así es sexy.

—No es viejo. Tiene mi edad.

—Exactamente.

Miré su intento de parecer lastimada antes de que cediera y se echara a reír. —Bien, soy vieja. Tu dinero estará en la encimera cuando estés lista para pedir una pizza.

Quedarme en casa sola no era algo que disfrutara. 
Cuando estoy sola las almas que veo vagando sin rumbo me molestan. Especialmente desde que realmente había hablado con una hoy. Resultaba más fácil recordarme a mí misma que eran inofensivas cuando eran mudas. Ahora, me sentía un poco asustada. Una vez que cerré la puerta de mi dormitorio, agarré el celular de mi bolsillo y llamé a Miranda.

* * * 

—A ver si he entendido bien. —Miranda se sentó en el sofá con un pedazo de pizza en la mano y una lata de refresco entre sus piernas, mirándome—. ¿Leif "me-pones-tan-caliente-que-deseo-restregarme" te pidió que lo ayudaras con su discurso y te negaste? ¿Estás tan loca como creo que lo estás? Quiero decir, en serio __(tn), pensé que la locura que tan a menudo veo en ti, era sólo para mostrar de forma superficial, y muy en el fondo tenías algo de sentido común.

Arrojé un pedazo de pizza en el plato delante de mí, de la frustración.

—Voy a arreglarlo en la mañana. No es como si hubiera asaltado un banco. Deja de hacer un gran problema de esto. Sé que me equivoqué. Realmente necesitaba ayuda y se inscribió para clases de apoyo. Si quiero el crédito extra, tengo que ayudar a todo aquel que me envíe el Sr. Yorkley.

Miranda entornó los ojos. —¡Oh, Dios no lo quiera y envíe al hombre más caliente del Estado contigo! Quiero decir, por el amor de Dios, ¿Qué te pasa?

Era imposible no encontrar divertido su drama.

Miranda nunca dejaba de hacerte sonreír a las pequeñas cosas, convirtiéndolo todo en un gran escenario dramático.

—Me equivoqué al no ofrecerle mi ayuda. Supongo que mis prejuicios hacia los deportistas se interpusieron. Pero, no le voy a ayudar porque tú piensas que es caliente. Sólo estoy ayudándolo porque realmente lo necesita y me inscribí para eso.

Miranda rodó los ojos y se quedó inmóvil, sosteniendo la pizza en el aire entre el plato y la boca.

—Espera... ¿Podría venir a tu casa y todo eso? Porque, si es así, quiero estar aquí también. Me puede notar y darse cuenta de que está perdidamente enamorado de mí, y luego podemos salir durante toda la escuela secundaria y después de la graduación nos podríamos casar y yo seré la madre de sus hijos.

La soda escapó de mi boca y cubrió mi plato todavía con pizza. —¿Qué? —Sonrió encogiéndose de hombros antes de tomar un bocado de su pizza libre de refresco.

—Para empezar, es necesario terminar la universidad antes de siquiera pensar en casarse y tener hijos. Y NO, no va a venir por aquí. Incluso si fuera a hacerlo, no te permitiría venir después de ese comentario descabellado. La última cosa que quiero hacer es arreglar algo entre mi amiga y un chico con el que está fantaseando sobre casarse y tener hijos, recién salidos de la escuela secundaria.

Miranda suspiró con la derrota y me hizo un puchero, enojada, era buena con eso. —No eres divertida, __(tn), no tienes gracia en absoluto.

Di otro bocado a la pizza de la caja de cartón que había colocado en la mesa de café. —¿En serio? Entonces ¿Por qué sigues aquí? —Pregunté.

—¡Porque te quiero!

—¡También te quiero!

Miranda se puso de pie. —No me gusta dejar la intimidad caliente de esta conversación, pero tengo que hacer pis. —Saltó, levantándose del sofá y se dirigió por el pasillo hacia el baño. Siempre aguantaba hasta el último minuto. Solía pensar que cambiaría a medida que fuera creciendo, pero no lo había hecho. Cuando decidía que necesitaba ir al baño siempre era una carrera precipitada.

—Interesante amiga la que tienes ahí. Es realmente bastante entretenida.

La pizza que llevaba a mi boca cayó de las manos a mi regazo. Reprimí un grito en mi garganta. Me sorprendió, pero reconocí la profunda voz. El alma parlante se sentó en una de mis sillas. Simplemente genial. El chico muerto, realmente sexy y aún escalofriante-porque-puedo-hablar debió haberme seguido a casa.

—¿Por qué estás aquí? —Demandé en voz baja, deseando que me dejara en paz de una vez y se fuera a vagar por la tierra a otro lugar. La intensidad de su firme mirada hizo que mi pulso saltara de los nervios, o tal vez una mejor descripción sería... miedo.

—No puedo decirte eso. Todavía no es el momento. Pero, puedo asegurarte que por lo pronto no me voy a ningún lado.

Después de un vistazo rápido para ver si Miranda volvía, lo miré. —¿Por qué? Si no hago caso de los-asuntos-de-las-almas siempre se van.

Frunció el ceño, se inclinó hacia delante y me estudió con atención.

—¿Qué quieres decir con—asuntos de las almas—?

No me sentía muy segura en el suelo mirándolo hacia arriba, empujé la pizza fuera de mi regazo y me puse de pie para poder estar a la altura de sus ojos. —No eres especial. He estado viendo fantasmas, almas, espíritus o cualquier cosa que sean, toda mi vida. Están por todas partes. En mi casa, en la calle, en las tiendas, en las casas de otros, puedo verlos. Simplemente los ignoro y se van.

Poco a poco, se puso de pie y dio un paso hacia mí. Su altura era intimidante, pero su cercanía me hubiera hecho retroceder, incluso si hubiera sido de menor estatura. —¿Puedes ver almas?

—Puedo verte, ¿No?

Asintió lentamente. —Sí, pero soy diferente. Se supone que debes verme. Es más fácil de esa manera. Pero a las otras… no se supone que las veas.

La puerta del baño se abrió con un clic. Giré mi cabeza para ver volver a Miranda con una sonrisa en el rostro. —¿Hablabas sola?

Me encogí de hombros y forcé una sonrisa. —Mmm, sí.

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