domingo, 3 de febrero de 2013

capitulo 2 parte 3


Se rió y volvió a sentarse en el sofá. Tomé aire estabilizándome y luego miré hacia atrás, al alma que había regresado a la misma silla de mimbre blanco de la cocina, y me miraba. La única manera de que pudiera terminar esta conversación y conseguir que se fuera sería... enviando a casa a Miranda. Hablar con un alma que ella no podía ver, no iría muy bien. Mi capacidad de ver las almas no era algo que hubiera compartido con ella y no tenía intención de empezar a hacerlo.

El alma parecía estar esperando a que tomara una decisión.

La idea de estar a solas con él me asustaba. Puede que fuera sexy, pero era un muerto y me había seguido a casa. Escalofriante no era suficiente para empezar a describirlo. Hacer que Miranda me dejara aquí, no era uno de mis planes para esta noche. Puse un poco de distancia entre el alma y yo caminando hacia el sofá para sentarme junto a Miranda.

 —¿Quieres ver The Vampire Diaries? Tengo los dos últimos episodios grabados. —Pregunté, con la esperanza de que él entendiera la indirecta y desapareciera.

—¡Oh! Sí, me lo perdí la semana pasada.

Agarré el mando a distancia, seleccionando los programas grabados en mi lista de DVD e hice clic. Tenía que dejar de pensar en el tipo muerto dentro de la habitación. Después de al menos diez minutos de escuchar a Miranda suspirar por Damon y quejarse de Elena, contuve la respiración y casualmente eché un vistazo en su dirección. La silla donde había estado sentado ahora se encontraba vacía. Dejé escapar un suspiro de alivio.

* * *

Durante toda la mañana había estado repitiendo exactamente lo que le iba a decir a Leif. No me sentía segura sobre decirle que sabía acerca de su dislexia, o que podía comenzar tan pronto como estuviera listo y omitir la explicación. También me preparé para que me dijera que ya no necesitaba mi ayuda. Si ya había conseguido otro tutor entonces todo este lío se habría acabado. No me vería obligada a ayudar a alguien que no me gustaba, pero sería un problema para mi crédito extra. De cualquier forma, perdería en esta situación.

Esto tampoco era algo que quisiera hacer con Miranda a mi lado, batiendo sus pestañas y riendo cuando él hablara. El tiempo sería de suma importancia. Después de Química, esperé en el pasillo para que saliera de la única clase que compartíamos este semestre. Por suerte, caminaba solo.

—Mmm, Leif, ¿Podría hablar contigo un momento? —Le pregunté tan pronto como salió por la puerta. Me miró y el ceño aumentó de inmediato arrugando su frente. Parecía estar pensando seriamente en alejarse e ignorarme cuando, en su lugar, dio media vuelta y se encaminó hacia mí deteniéndose justo en frente. Apoyado contra la pared, cruzó los brazos delante de su pecho y esperó. Tuve la sensación de que no iba a hacerme esto fácil.

—Respecto de ayer, lo siento, fui muy grosera con lo de ayudarte. Me anoté para dar clases por el crédito extra y no debería haberte tratado de la manera en que lo hice. —Me detuve y vacilé, esperando que dijera algo. Él no se movió, o siquiera actuó como si fuera a responder. Tomé una respiración profunda y me recordé a mí misma que era mi culpa—. Si todavía quieres que sea tu tutora, me encantaría ayudarte.

Concluí, no realmente feliz, pero sonaba como lo más correcto para decir. Su mirada silenciosa empezó a ponerme nerviosa. Parecía aburrido. Puse en práctica todo mi autocontrol para no enojarme con él y alejarme. Recordé exactamente lo grosera que había sido ayer y logré seguir esperando pacientemente por su respuesta.

Se enderezó y miró por el pasillo por encima de mi hombro, como si en realidad no estuviera considerando lo que había dicho. Justo cuando pensé no quería mi ayuda, concentró su expresión aburrida en mí y preguntó—: ¿Te estás ofreciendo debido al Sr. Yorkley? ¿Te pidió que hicieras esto?

Pensé en las palabras de mi mamá ayer y me pregunté, Si ella no hubiera insistido en que hiciera lo correcto, ¿Estaría ofreciéndole ahora mi ayuda? Este popular, talentoso, y adorado chico me había confiado su secreto. No me gustaba. Diablos, no lo conocía, pero por alguna razón quería ayudarlo.

—Actué como lo hice, porque simplemente no me gustas. Me equivoqué y, sinceramente, ni siquiera te conozco lo suficientemente bien como para formarme una opinión de ti. Te estoy ofreciendo mi ayuda porque lo necesitas. Eso es por lo que me anoté y por eso estoy aquí.

Parecía estar pensando en lo que dije por un momento y luego una pequeña sonrisa apareció en su rostro. —Así que... no te gusto, ¿Eh?

Me puse un poco más derecha y acerqué los libros más a mi pecho en actitud defensiva. Sorprendentemente, era algo difícil ser la destinataria de una de sus encantadoras sonrisas.

Sobre todo después de que acababa de admitir que no me gustaba. ¿Por qué tenía que ser tan frustrantemente lindo? Di una pequeña sacudida de la cabeza y se rió entre dientes.

—Bueno, puede que tengamos que trabajar en cambiar tu opinión. —Acomodó su mochila más arriba, sobre el hombro y esbozó una sonrisa más—. Te veré más tarde.

Se marchó, dejándome un poco nerviosa. Luché contra la urgencia de dar la vuelta y verlo alejarse. Un lento sonido de aplausos, me sorprendió y di media vuelta para encontrarme con el alma apoyada en los casilleros con esa maldita sonrisa torcida.

—Impresionante. Una mujer con las agallas suficientes para admitir que puede estar equivocada, pedir disculpas y ofrecerse a corregir la situación.

Puse los ojos en blanco y suspiré, sabiendo que el pasillo no se encontraba completamente vacío, así que la respuesta no sería posible.

—Aléjate de mí. —siseé de todas formas, antes de volverme y caminar en dirección a la cafetería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario