lunes, 4 de febrero de 2013

CAPITULO 5 2/2


Ajusté el espejo retrovisor para ver si me veía tan mal como me temía, en el caso de que mi madre saliera de su madriguera de escribir, cuando llegara a casa. Si mi máscara se corrió, mi madre se daría cuenta. No sería capaz de ocultar la frustración. Las sonrisas falsas no son uno de mis talentos.

Suspirando, me volví a mirar la carretera. El intento de arreglar mi cara sin la ayuda de agua y jabón era una causa perdida. La señal de stop donde me había parado un millón de veces me sorprendió. No había estado prestando atención, y me había olvidado de ir más despacio.

Era demasiado tarde para frenar. Miré por encima justo a tiempo para ver a un camión que venía directamente hacia mí y en una fracción de segundo, la razón me golpeó, no sería capaz de detenerme a tiempo.

Todo se volvió negro, las ruedas chirriando y la bocina se quedó en silencio. Una sensación de dar vueltas y un agudo dolor que atravesó mi cuerpo. Traté de gritar para pedir ayuda, pero no salió nada. Comencé a sofocarme. Algo pesado presionaba contra mi pecho y no podía respirar.

Jadeé y estiré la mano en la oscuridad en busca de ayuda. Me asfixiaría si no conseguía quitar el peso de mi pecho. Luché por abrir mis ojos, pero la oscuridad me mantuvo ahí. El calor se extendió en mí, mientras agarraba algo en la oscuridad. Me quedé inmóvil, sin saber lo que había encontrado cuando me di cuenta de que podía respirar de nuevo. Las luces volvieron a encenderse repentinamente y el mundo se volvió brillantísimamente cegador.

No podía abrir los ojos por el dolor. Alguien me llevó a una corta distancia y luego sentí el suelo frío en mi espalda. Las manos, anormalmente cálidas, acunándome desaparecieron. Traté de protestar. No quería que mi salvador me dejara, pero no pude encontrar mi voz. Traté de incorporarme y un dolor intenso se apoderó de mi cuerpo. El mundo quedó en silencio.

Un sonido impresionantemente dulce se reprodujo en la oscuridad. Volví la cabeza para encontrar la fuente de la música. Mi cuello se sentía rígido y la cabeza empezó a latir tan fuerte que entorpeció el sonido de la melodía que había estado tratando de encontrar. Dejé de moverme y mantuve los ojos cerrados, esperando que el dolor parase.

—Y ella se despierta. —dijo una voz en la oscuridad. La reconocí y en
vez de temerle, el sonido me tranquilizó.

La música empezó a tocar de nuevo y me di cuenta que era el suave rasgueo de una guitarra. Un zumbido se unió y me quedé quieta, escuchando en la oscuridad, contenta de que la música llenara el vacío, asegurándome que no me encontraba sola.

Necesitando verlo, abrí los ojos y me di cuenta de que las luces estaban apagadas. Permanecí inmóvil mientras mis ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar. No era mi habitación. La máquina a mi lado y la aguja en el brazo fueron las únicas pistas que necesité. Me encontraba en un cuarto de hospital. La guitarra dejó de tocar. Temerosa de volver la cabeza otra vez, cuidadosamente moví mi cuerpo en su lugar. El alma se sentó en un rincón oscuro, mirándome.

 —¿Qué estás haciendo? —Me las arreglé para preguntar en un susurro ronco.

Sonrió, se levantó y se acercó a mí.

—Bueno, había pensado que sería evidente. —Levantó la guitarra en sus manos. Ésta alma no solo podía hablar, sino que también tocaba instrumentos musicales. Quería preguntarle más, pero mi garganta dolía mucho. Se sentó en una silla que alguien había colocado al lado de mi cama.

—Probablemente no debas hablar. Estuviste en un accidente de coche y has sufrido una conmoción cerebral grave, junto con una costilla rota. Aparte de eso, solo tienes unos feos moretones.

Me acordé de la señal de stop y el camión había venido a mí con demasiada rapidez. Supe que sería incapaz de frenar a tiempo.

—Llevabas el cinturón de seguridad, el camión golpeó la parte trasera de tu coche y diste un par de tumbos.

¿Mi mamá sabía? Ella estaría aterrada ¿Cuánto tiempo había pasado? Y ¿Por qué era un alma la única persona conmigo? Eché un vistazo a la máquina, donde mis cables fueron conectados y si leía correctamente, entonces estoy viva. El repentino miedo ante la perspectiva de que podría estar muerta cesó y devolví la mirada a esos intensos ojos mieles.

—¿Mamá? —Me las arreglé para preguntar a través de mi garganta seca.

El alma sonrió. —Acaba de salir a tomar un café, hace unos momentos. Espero que regrese muy pronto.

Mamá estaba aquí y la volvería a ver en pocos minutos. Me sentía como una niña, con miedo a la oscuridad. Las lágrimas asomaban a mis ojos al mirar hacia la puerta, esperando que se abrieran para revelarla. Una mujer con cabello castaño corto y rizado entró, sin usar la puerta. La estudié y me sonrió, pero miró justo más allá de la otra alma en la sala. Una vez, cuando tenía diez años, estuve internada en el hospital por una neumonía y me di cuenta de que errantes almas perdidas, se encontraban en abundancia dentro de los hospitales. Esta se detuvo en unas flores que no había notado antes, junto a la ventana. Parecía estar oliéndolas y dio un suave tirón al puñado de globos unidos a una docena de margaritas amarillas. Eché un vistazo al alma que se sentaba a mi lado. Parecía que me estudiaba con atención.

—La ves ¿No? —Preguntó y asentí.

Miraba a la señora mientras ella miraba hacia mí una vez más, antes de regresar a través de la pared.

—¿Siempre las has visto?

Me las arreglé para sonreír a la forma en que se refería a las almas, como si él no fuera una de ellas. Levanté las cejas y lo miré con intención.

—Tú eres una de ellas. —dije en un susurro.

—Sí, supongo que para ti se ve de esa manera. Sin embargo, hay una diferencia entre las almas y yo.

Fruncí el ceño. —¿Qué? —Sabía que él podía hablar conmigo y las almas nunca me hablaban, pero seguía siendo un alma sin cuerpo.

—No puedo decirte lo que soy. Ya he roto suficientes reglas. — Estudió la máquina junto a mí en lugar de enfrentar mi mirada. La puerta de mi habitación se abrió y mi madre entró.

Sus ojos se encontraron con los míos y se quedó sin aliento antes de correr hacia mí.

—¡__(tn), estás despierta! Oh, cariño, siento no haber estado aquí cuando despertaste. Completamente sola y confundida en una oscura habitación de hospital.

Eché un vistazo detrás de ella y vi el alma, de pie allí, con una sonrisa sexy que comenzaba a quedar atada a sus labios perfectos.

—Sólo necesitaba un poco de café y luego corrí a buscar esta revista — dijo, sosteniendo una bolsa de plástico verde— Vamos a llamar la enfermera. Solo quédate quieta. Estás un poco reventada, pero estarás bien.

Saltaron lágrimas de sus ojos y se tapó la boca con la mano

— Lo siento.—dijo, mirándome, con ojos aún llorosos—. Es solo que no dejo de pensar en tu coche y cómo te habría aplastado por completo si no hubieses sido arrojada desde el asiento del conductor. Siempre te dije que usaras el cinturón de seguridad y el hecho de que no me has escuchado te ha salvado la vida. —Dejó escapar un sollozo pequeño y sonrió como disculpándose—Oh, bebé, estoy tan contenta de que hayas abierto los ojos.

Le sonreí tratando de ocultar mi confusión. —Está bien. —Le susurré.

Se agachó y me besó en la frente. —Vuelvo enseguida. Necesito conseguir una enfermera. Han estado esperando que despiertes.

Se dirigió a la puerta y miré al alma parada en la esquina con la guitarra en la mano. Me pareció extraño verlo sosteniendo una guitarra ¿La gente veía una guitarra flotando en el aire? Mamá no pareció darse cuenta, pero no había mirado a otro lugar más que a mí.

—El cinturón de seguridad. —Le susurré a través de mis labios secos.

Había estado usando mi cinturón de seguridad. Siempre lo hacía. Él incluso había dicho que fue una buena cosa que lo llevara puesto. ¿Por qué mi madre creía que no lo había hecho y que no hacerlo me había salvado la vida? Dio un paso adelante, mirándome de cerca. La expresión en su rostro decía que no sabía cómo responderme. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo y él se retiró de nuevo a la esquina. Una enfermera entró bulliciosamente con mi madre detrás.

La respuesta a mi pregunta tendría que esperar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario