lunes, 4 de febrero de 2013

Capítulo 4


Capítulo 4


Su hombro rozó el mío mientras se sentaba a mi lado y lentamente abrí los ojos para ver a un muy divertido Wyatt, mirándome. Me aclaré la garganta y forcé una sonrisa que no sentía, antes de darme vuelta para mirar a Leif.

—Hola. —Le dije simplemente y se echó a reír, empujando mi hombro con su brazo.

—Relájate, __(tn), está bien. Entiendo que odiabas mis entrañas y has tenido la revelación de los dioses de que no soy tan malo después de todo. Es genial. —Me resistí las ganas de suspirar de alivio.

—Así que, ¿Qué te trae a las mesas de la clase baja? —Preguntó Wyatt, sonriendo a su propio humor.

Leif lo miró y levantó una ceja con sorpresa. —Oh, ¿Te refieres a que esto es la clase baja? No tenía ni idea. Tiene el atleta estrella que ser guiado por universitarios. —Señalando a Wyatt—. Su novia. —Señalando a Miranda— Y la reina del Baile de Bienvenida del año pasado. —dijo, volviéndose hacia mí.

Rodé mis ojos. —Eso fue sólo por mi cita y lo sabes.

—No, no lo sé.

Sabía que me ruborizaba y lo odiaba. Mi mirada se encontró con la de Miranda y me di cuenta de que absorbía cada palabra. Esto no era bueno. No iba a extrañar mis mejillas rosadas. —¿Qué es lo que necesitas? —Le pregunté, tratando de no parecer grosera.

Sonrió como si pudiera leer mi mente. —Quería decirte que obtuve una A en mi discurso.

—Eso es maravilloso. Es un discurso muy bueno. Pusiste algunas grandes cosas en él.

—Sí, pero no podría haberlo hecho sin tu ayuda.

Sonreí y miré hacia mi comida.

No le había contado a nadie, incluida Miranda, acerca de la dislexia de Leif o su adopción. Esas no eran mis historias para contar.

—¿Vienes al juego de esta noche? —Preguntó y lo miré sorprendida por la pregunta.

—Um, no, probablemente no.

Frunció el ceño y luego asintió con la cabeza y se levantó.

—Bueno, gracias de nuevo y creo que te veo el lunes, entonces.

—Está bien. Buena suerte esta noche. —Le contesté. ¿Había herido sus sentimientos por el hecho de no ir al juego? Me giré de nuevo en mi asiento y Wyatt negó con la cabeza.

—¿Qué? —Pregunté.

—El pobre tipo no está acostumbrado a ser derribado. —dijo y tomó un trago de su leche.

—¿Derribado? —Le pregunté, confundida. Colocó la caja de leche de nuevo en su bandeja y me miró con una expresión seria, rara vez vista en el rostro de Wyatt.

—Quería que fueras a su juego y dijiste que no.

Fruncí el ceño, tratando de recordar si me pidió que fuera. Estoy segura de que él me preguntó si planeaba ir. Ni una sola vez me pidió que fuera.

—No, no lo hizo.

Wyatt se echó a reír y sacudió la cabeza. —Salir con Jay te arruinó. La mayoría de las veces la gente no sale con alguien exactamente igual a ellos. Pero tú te entendías con Jay, porque, como tú, era directo y serio. No todos los chicos, no, la mayoría de los chicos, no son así. —Asintió con la cabeza hacia donde Leif hablaba con Kendra—. Te estaba invitando, confía en mí. —Wyatt se alejó y miré de regreso a Leif.

Kendra giraba su largo cabello rubio alrededor de un dedo mientras le sonreía. Hacía apenas una semana, hubiera pensado que él se merecía a alguien tan superficial y hermosa.

Ahora, lo conocía mejor. Volteó y me sorprendió mirándolo. Sus ojos parecían decir algo que no entendía, pero antes de que pudiera averiguarlo ellos cambiaron y adquirieron una expresión educada.
Volvió su atención a Kendra. Confundida y un poco molesta, agarré mi bandeja y comencé a pararme. Comencé a decirle a Miranda que la vería más tarde, cuando me di cuenta de que me miraba con la boca ligeramente abierta.

—¿Qué? —Le pregunté, un poco a la defensiva, porque sabía, por la expresión en su cara, que lo había descubierto.

—Te...gusta...él. —dijo lentamente, como con asombro.

Rodé los ojos y me reí. —No del todo. —Agarré mi bandeja y me dirigí a la basura, lejos de los ojos conocedores de Miranda.

* * *

—Las chicas de tu edad, normalmente, ¿No salen y hacen cosas el fin de semana?

Esta vez no fui capaz de detener el grito de sobresalto que estalló de mi boca. Por suerte mi mamá no se encontraba en casa para oírme. Me di la vuelta para encontrar al alma parlante sentada en mi cama, mirándome.

—Podrías POR FAVOR dejar de aparecer de la nada y asustarme. ¡Joder! Y ¿Qué estás haciendo en mi habitación? ¡Vete! —Le arrojé la camisa que había estado a punto de colgar en el armario como una buena medida. Esto comenzaba a ponerse rancio. Tenía que dejar de seguirme.

Una de sus cejas se levantó. —Normalmente no eres tan irritable.

Gruñendo en voz alta, me acerqué a mi ventana, la abrí y luego me volví hacia él. —Vuela lejos por favor. Mantente fuera de mi habitación. ¡Podría haber estado desnuda!

Una risa profunda causó un calor extraño a través de mi cuerpo. Parecía tener mareos, pero apenas.

—¿Quieres que vuele lejos? Eso es lindo.

No quería ser linda, pero parecía que ya no podía seguir estando enojada tampoco. Algún extraño letargo se había apoderado de mí. ¿Su risa había causado este calor relajante en mi cuerpo?

—No, no exactamente, pero tengo la capacidad de controlar la ansiedad o el pánico. Mi risa no tuvo nada que ver con eso.

¿Acaba de leer mis pensamientos o había dicho eso en voz alta?

Parecía encontrarme divertida, si la sonrisa de su cara era alguna indicación. Otra razón por la que debía estar furiosa con él. Estú.pido tipo muerto parlante.

—Si vale de algo, siento haberte asustado. No era mi intención, pero, ¿Si hubiera aparecido en frente de ti, de pie en tu armario, hubiera sido eso menos terrorífico?

Pensé en él apareciendo en frente de mí y una pequeña risa escapó de mis labios. Tenía razón. Probablemente me hubiera desmayado. Pero podría haber tratado de golpear la puerta o algo así. Espera, ¿Podrían golpear puertas los fantasmas o sus puños simplemente la traspasarían?

—Veo tu punto. —Respondí y comencé a cerrar la ventana, luego decidí no hacerlo. Me hacía sentir más segura si estaba abierta—. ¿Por qué estás aquí? —Pregunté.

—¿Por qué estás aquí? —respondió. ¿El tipo quería evadirme hablando en clave?

—Vivo aquí.

Se encogió de hombros. —Sí, pero eres joven. Tienes amigos. Es el fin de semana. Sé que están afuera, pasándola bien así que, ¿Por qué estás aquí?

Genial, ahora el alma parlante quiere ser entrometida. —No estoy de humor para salir.

—¿Debido al jugador de fútbol?

¿Qué sabía él sobre Leif? Me acerqué y me senté en la silla de felpa que mantenía en un rincón de mi habitación para la lectura. Al parecer, iba a tener que hablar con el chico para lograr que se fuera. —En realidad no, mayormente es porque no quiero ser la tercera rueda de Miranda y Wyatt.

—Pero ella sigue llamando e invitándote a salir con ellos. A mí me parece que te quiere alrededor.

¿Cómo sabía que ella me había llamado? Me senté con la espalda recta y metí los pies debajo de mí, tratando de lograr un poco de rabia por su entrometimiento, pero no pude.

—¿Has estado observándome? —Le pregunté, estudiando su expresión en busca de cualquier señal de una mentira.

Él me dedicó una sonrisa maliciosa, puso las manos en su nuca y se inclinó hacia atrás. —Durante semanas, __(tn), durante semanas.

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