miércoles, 13 de febrero de 2013


Bajó la voz hasta un susurro. —No se ha ido desde que llegó aquí con nosotros ayer. Incluso se perdió la práctica del fútbol.

Vi como Leif caminaba dentro de la habitación. Sus ojos se encontraron con los míos y se detuvo un momento antes de adentrarse más en la habitación. No estuve segura exactamente de qué decirle o qué, posiblemente, podría decirme él a mí. Era un chico que tutelé y que había dormido en la sala de espera toda la noche, porque había actuado ridículamente, debido a que él echó a perder nuestra sesión de estudio. Era evidente que se sentía nervioso y sabía que la presencia de Wyatt y de Miranda no ayudaba precisamente. No tenía intención de decirles a todos que mi accidente fue su culpa. No creía eso. Sabía que yo había causado esto. Dejarlo fuera del gancho sería bastante fácil.

Sin embargo, con mis dos mejores amigos en la habitación sería incomodo. No quería que me dejaran, porque tenerlos aquí se sentía como una manta de seguridad. Miré a Leif y pude ver en sus ojos que quería hablar conmigo sin público, pero no les pediría que se fueran. El pensamiento de él durmiendo en la sala de espera, toda la noche, porque se sentía culpable, parecía injusto. Necesitaba aliviar su conciencia para que pudiera ir a casa.

Me volví a Miranda y Wyatt. —¿Podrían darnos un minuto?

Miranda fulminó con la mirada a Leif y asintió con la cabeza. Vi como se puso de pie. Mirar a Leif no era algo nuevo para Miranda, pero fulminarlo con la mirada, sí. Después de haber rectificado la situación con Leif tendría que aclarar las cosas con mis amigos también.

Una vez que la puerta se cerró detrás de ellos, le dirigí mi atención.

—Ayer, yo... Dios. —Se pasó la mano por su cabello rubio y desordenado y cerró los ojos—. Estás aquí por mí. Sé que te fuiste porque te sentías molesta. Lo pude ver en tus ojos, pero no sabía cómo hacer para que hablaras conmigo. —Se detuvo de nuevo y me miró—. No puedo expresarte cuánto lo siento.

Negué con la cabeza. —Esto no fue tu culpa. Tomé una decisión estú.pida.

—No, fue mi culpa. Pude ver las lágrimas en tus ojos, __(tn), y eso me mataba, pero no pude encontrar las palabras adecuadas. Quise explicarme, pero no hice un buen trabajo.

No podía dejar que asumiera la culpa por mi estu.pidez. —Deja de culparte. Debo admitir que he actuado estúpi.damente porque no apareciste o llamaste. Dejé que el hecho de que estuvieras con Kendra me molestara y eso fue una ton.tería. No sé por qué dejé que me molestara así. Llorar por un tipo no es algo que hago. El hecho de luchar por contener las lágrimas me confundió y me fui.

Extendió la mano y tocó suavemente una de las dos docenas de rosas de color rosa que se encontraban en una mesa junto a la ventana. —Te fuiste porque te lastimé. Eso hace que esto sea mi culpa. —Respondió con sencillez. No quería que se golpeara a sí mismo por esto. Tenía que recuperarse y volver a casa.

—Leif, soy tu tutora. Ni siquiera somos amigos. Puedes perder una sesión y olvidarte de llamarme y yo no debería dejar que eso me duela. He leído más en nuestra relación de lo que debí. Nunca has insinuado que éramos más que compañeros de estudio. No hablamos en la escuela, no nos vemos uno a otro, excepto en mi casa, cuando estamos trabajando. Esto fue mi culpa. Deja de culparte y vuelve a casa. —dije esto último con suavidad en mi voz, para que no sonara grosero. Frunció el ceño y se acercó al lado de mi cama.

—¿Crees que sólo te veo como mi tutora? —Preguntó. Asentí con la cabeza, sin saber su significado. Él me dio una sonrisa triste. —Eso sería mi culpa también. Nunca he tenido problema en dejar saber a una chica que me interesa...hasta ahora.

No estoy segura de lo que quería decir, así que permanecí en silencio. Se sentó en la silla que Miranda dejó vacante hacía unos momentos.

—Sabía que no te gustaba cuando estuviste de acuerdo en ser mi tutora. No hacía falta que lo aclararas ese día, en el pasillo, cuando dijiste que me habías rechazado porque no te caía bien. Siempre he sabido que no lo hacía, pero quería que fueras mi tutora. Quería que seas la única que conoce mi secreto. Nunca esperé que la chica que me miraba con desprecio fuera tan divertida. Llegó como una sorpresa descubrir que la chica que había estado observando desde nuestro primer año en la escuela secundaria resultó ser tan bella por dentro como lo era en el exterior. Me sorprendiste y no tomó mucho tiempo para que me enganchara.

Una triste sonrisa apareció en sus labios.

— Sin embargo, en la escuela todavía parecías tan intocable como siempre, así que mantuve mi distancia. Traté de hablar contigo e incluso tuve el valor para invitarte a salir, pero tu falta de interés me asustó. No quería hacer que nuestras noches juntos fueran incómodas, así que no pedí nada más. Miré al futuro y esperaba nuestras sesiones durante todo el día. No podía estropear eso.

Bajó la mirada hacia sus manos, que tenía cerradas en un puño en su
regazo.

—Entonces, Kendra llamó y empezó a llorar, diciendo que necesitaba hablar con alguien y yo era la única persona de confianza. Le dije que tenía que estar en un lugar, pero ella gritó más fuerte y me rogó. Estuve de acuerdo en pasar por su casa. Está lidiando con algunas cosas en su vida personal que yo ya sabía y necesitaba que alguien le escuche. Cuando me di cuenta de que no iba a ser capaz de dejarla, quise llamar, pero no podía hacerlo delante de ella y explicarte. Por lo tanto, no lo hice. Simplemente iba a hacerle frente a la mala nota. No tenía idea de que incluso te importaría. — Me miró con una expresión de dolor en su rostro—. Me equivoque y nunca he estado tan enojado conmigo mismo. —Se puso de pie, metiéndose las manos en los bolsillos de sus jeans, con una mirada de derrota en su rostro.

Sonreí. —Por favor no te enfades contigo mismo. No te culpo por nada.

Quería decir algo más, pero no pude. Me miró un momento antes de
asentir.

—¿Existe la posibilidad de que no haya arruinado completamente todo
entre nosotros? —Preguntó.

—¿Qué es lo que te preocupa haber arruinado? Todavía soy tu tutora,
si eso es a lo que te refieres.

Se rió en voz baja y suavemente me tomó la mano. —Estoy muy agradecido de que sigas siendo mi tutora, pero eso no es a lo que me refiero. Tenía miedo antes, de arruinar las cosas, pero no creo que pueda arruinar nada más de lo que ya lo he hecho. —Volvió a sentarse en la silla a mi lado y me miró con esos ojos azules de bebé, enmarcados en pestañas tan gruesas, que hacía que sea difícil no suspirar— No quiero que solo seas mi tutora. Quiero que seas la chica que busco en los pasillos todas las mañanas y a quien le guardo un asiento en la cafetería. Quiero que seas la que me espera cuando salgo fuera de la cancha en mis juegos. Quiero que seas la que me hace levantar el teléfono para llamarte, sólo para hacerme sonreír.

Sus ojos me miraban. Leif parecía realmente nervioso.
Él esperaba que dijera algo. Pude ver la pregunta en sus ojos. Leif quería llevar esto a un nivel que yo había pensado que quería antes, así que ¿Por qué era tan difícil de aceptar ahora? El miedo parpadeó en sus ojos y me las arreglé para asentir con la cabeza. Había accedido a dejar que las cosas cambien entre nosotros, pero de alguna manera, en el fondo, algo no se sentía bien.

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