domingo, 3 de febrero de 2013

Capítulo 1


No lo mires y él se irá. Cantaba en mi cabeza, mientras caminaba hacia mi casillero. Me tomó una enorme cantidad de fuerza de voluntad no mirar sobre mi hombro.

No sólo lo alertaría, podía ver que era inútil, también sería estú.pido. Los pasillos ya se encontraban llenos de estudiantes. Aunque, si él me hubiese seguido dentro de la escuela, de todos modos lo habría visto con bastante facilidad a través de la multitud de personas. Permaneció apartado, justo como todos ellos lo hacían, sin moverse y observando.

—¡Agh!¿Has visto a Leif? Quiero decir, honestamente ¿Puede ser más caliente? Oh sí, sí que puede. —Miranda, mi mejor amiga desde la escuela primaria, chilló mientras me agarraba del brazo.

—No, no lo he visto. El entrenamiento de fútbol debe de haber coincidido con él. —le contesté con una sonrisa forzada.

 No me podría importar menos cuán caliente podía lucir Leif. Miranda entornó los ojos y abrió el casillero junto al mío.

—En serio, __(tn), no entiendo cómo puedes ser tan inmune a una persona tan intensamente sexy.

Logré una sonrisa genuina y deslicé mi bolso por encima del hombro.

—¿Sexy? Por favor dime que no dijiste sexy.

Miranda se encogió de hombros. —No soy un pozo sin fin de palabras descriptivas, como tú.

Me atreví a echar un vistazo por encima del hombro. Los pasillos se encontraban llenos de gente normal, gente que vive. Hablaban, reían, y leían sus horarios. Todo era muy real. Dejé escapar un suspiro de alivio. Este era el primer día de mi último año. Quería disfrutarlo.

—Entonces ¿Qué clase tienes primero? —Pregunté, relajándome por primera vez desde que había visto al chico muerto afuera, apoyándose tranquilamente sobre una mesa para el almuerzo mirándome directamente.

—Tengo Álgebra II. ¡Agh! Disfruté tanto Geometría el año pasado. Odié Álgebra en primer año y ya puedo sentir las vibras negativas saliendo de mi  libro. —El estilo dramático que Miranda tenía para la vida en general nunca dejaba de hacerme reír.

—Yo tengo Literatura Inglesa.

—Bien, todos saben que te encanta eso. Oh, mira, mira, mira ahí está él.

Miranda chilló en voz baja, mientras asentía con la cabeza hacia donde Leif hablaba con otros jugadores de fútbol.

—Odio no poder andar por ahí y disfrutar de Su Alteza contigo, pero ésta es mi parada.

Miranda se volvió hacia mí, entornó sus grandes ojos marrones, y me dio un saludo antes de hacer su camino hacia Leif.

Los salones vacíos eran lugares que usualmente evitaba a toda costa.

Teniendo en cuenta el hecho de que la campana no sonaría hasta cinco minutos más, esta sala, sin duda, permanecería vacía por los próximos cuatro minutos. Si me hubiera quedado en el pasillo, habría sido arrastrada por Miranda a donde Leif se rodeaba de sus escasos elegidos.

Sabía, sin dudar, que no le interesaba hablar con Miranda. Hemos ido con Leif a la escuela desde que teníamos once años. Desde su traslado de algún lugar al norte de la ciudad costera de Breeze, Florida, nunca nos había reconocido, a ninguna. No es como si me importara. No era mi tipo. Caminé hacia la mesa más cercana a la ventana y puse mi bolso en el piso.

Un movimiento, por el rabillo de mi ojo, hizo que los vellos de mis brazos se erizaran. Sabía que no debía quedarme en esta habitación vacía. Pero ya me encontraba aquí ahora y salir corriendo lo haría peor. Me volví para hacer frente a la misma alma que vi afuera, sentado en una silla en la parte posterior del salón de clases con sus pies apoyados sobre el escritorio frente a él y los brazos cruzados casualmente sobre el pecho. ¿Cómo sabía que podía verlo?

No le di ningún indicio. Normalmente, los fantasmas necesitaban una pequeña pista para darse cuenta que no era tan ciega como el resto del mundo. Algo era diferente con éste. Bajé la mirada y empecé a voltearme. Tal vez debería ir con Miranda y el equipo de jockey que se encontraba en el pasillo. Si actuaba como si no lo viera y caminara de regreso al pasillo, entonces él podría pensar que había cometido un error y flotar o caminar a través de una pared o algo así.

—Realmente no quieres someterte a tan inú.til compañía, ¿Verdad? — Una fría y suave voz rompió el silencio.

Agarré la silla de plástico duro a mi lado tan fuerte que mis nudillos se pusieron blancos. Luché contra un sorpresivo y pequeño llanto—casi un grito—en la parte de atrás de mi garganta.

¿Debería ignorarlo? ¿Debería responderle? Dejarle saber que su presentimiento era cierto podría no terminar bien. Pero ignorar todo esto iba a ser imposible. Él podía hablar. Las almas nunca antes me hablaron.

Desde el momento en que me di cuenta que los extraños que con frecuencia me miraban o aparecían en mi casa vagando por los pasillos no eran visibles  para nadie más que para mí, había comenzado a hacer caso omiso de ellos. Ver gente muerta no era una cosa nueva en mi vida pero escucharlos hablarme era definitivamente un nuevo giro.

—Te creía con más agallas. ¿Vas a decepcionarme también? —Su tono se suavizó. Había un acento familiar en su voz ahora.

—Puedes hablar. —dije, mirándolo directamente. Necesitaba que supiera que no me sentía asustada. Había lidiado antes con almas errantes, porque eso me ha gustado pensar que son, toda mi vida.

Ellos no me asustaban pero prefería ignorarlos, de ese modo se marcharían. Si alguna vez pensaran que podía verlos, me perseguirían. Él continuó observándome con una expresión divertida en su rostro. Pude notar que su sonrisa torcida dejaba ver un solo hoyuelo. El hoyuelo no parecía encajar con su actitud fría y arrogante. Por mucho que su presencia me molestaba, no podía dejar de admitir que ésta alma solo podía ser etiquetada como ridículamente hermosa.

—Sí, hablo. ¿Esperabas que fuera mudo?

Apoyé la cadera contra la mesa.

—Sí, de hecho, eres el primero que ha hablado conmigo.

Frunció el ceño. —¿El primero?

Parecía genuinamente sorprendido de no ser la primera persona muerta que podía ver. Él era, sin duda, el alma más singular que he visto nunca. Hacer caso omiso de un alma que podía hablar iba a ser duro. Sin embargo, tenía que superar su capacidad y deshacerme de él. Hablar con amigos invisibles podría dificultar mi vida social.

Acabaría pareciendo una chica loca que hablaba sola.

—__(tn), este debe ser mi día de suerte. —Al escuchar mi nombre, me giré para ver a Wyatt entrando en el salón.

Forcé una sonrisa como si no hubiera estado hablando con una habitación vacía.

—Creo que lo es. —Incliné mi cabeza de regreso para encontrarme con sus ojos.

—Continúas creciendo, ¿Cierto?

—Parece que no puedo detenerlo. —Me guiñó el ojo y luego colgó una de sus largas piernas sobre la silla en frente de la mía antes de sentarse. 

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