miércoles, 13 de febrero de 2013


Capítulo 7


—Tengo entendido que éste es tu primer juego de fútbol. —dijo mi madre, sonriendo desde el lavado de la cocina, donde se encontraba de pie, escurriendo fideos en forma de lazos.

Me encogí de hombros. —Supongo.

Alzó la mirada para verme. —¿Y saldrás con el mariscal cuando termine?

Comencé a responderle, cuando un alma entró a la cocina por las puertas cerradas que dan al patio. Me puse rígida. Había pasado un largo tiempo desde que un alma había vagado por nuestra casa. El alma parecía joven. Su cabello colgaba por su espalda en largas ondas rubias. Parecía que flotara alrededor de su cintura. Comencé a hacer lo acostumbrado y actué como si no la hubiese visto, pero se detuvo directamente frente a mí y empezó a estudiarme detenidamente. Sus ojos parecían translúcidos y sus pestañas eran increíblemente largas, pero tan rubias que parecían casi indetectables. Su cabeza se inclinó a un lado mientras se acercaba hacia mí, como si yo fuera algún tipo de experimento científico que le llamaba la atención.

—¿Cariño?

La voz de mamá me despertó de mi trance. Quité mi mirada del alma, lo cual era un poco difícil ya que se encontraba tan cerca de mí que podía estirar la mano y tocarla.

—Um, sí, lo siento. —Mamá ya no parecía divertida. Me frunció el ceño, con el colador de fideos en las manos ya olvidado.

—¿Te encuentras bien, __(tn)? Tal vez deberías quedarte en casa y descansar. Toda una semana de clases debió haber sido difícil después de todo lo que has pasado. —Me forcé a mí misma a no temblar cuando una fría mano tocó mi cabello.

—Es lindo. —El musical sonido de la voz del alma me sorprendió. Salté lejos de ella.

—¿__(tn)? —Tomé una gran bocanada de aire para calmarme, y forcé una sonrisa que esperaba fuera normal.

—Estoy bien, solo un poco nerviosa. Necesito terminar de arreglarme antes de que Miranda y Wyatt lleguen.

Mamá asintió y su sonrisa regresó.

—De acuerdo, entonces. Supongo que los nervios son entendibles cuando uno va a tener una cita con un chico tan guapo. —Guiñó e intenté mantener mi sonrisa falsa antes de girarme y salir de la cocina. Cerré la puerta de mi habitación y me giré para ver si el alma me había seguido.

—¿Estás buscándome? —La musical voz provino detrás de mí. Me volteé, sorprendida y dejé salir un audible chillido.

—¿Qué estás haciendo? —Pregunté, confundida.

¿Por qué las almas habían comenzado a hablarme? Dejó salir una risita que sonó similar al repique de las campanas.

—Ya está fijado. —dijo simplemente y caminó más cerca de mí. Tendí ambas manos al frente como si eso evitaría que se acercara.

—No te acerques más. —dije, dándome cuenta que, por primera vez en mi vida, me sentía completamente aterrorizada de un alma.

Frunció el ceño. —No eres muy amigable.

Dejé escapar una pequeña risa.

—¿Qué? ¿No soy amigable con una fantasma que flota en mi casa y comienza a tocarme? Bueno, disculpa mi mala educación, pero esto es un poco perturbador.

Su ceño parece tomar una expresión comprensiva.

—Ah, sí. Bueno, supongo que solo asumí que ya estabas acostumbrada a nosotros.

Así que sabía que podía ver almas.

—¿Quién eres? —Pregunté de nuevo, deseando que mi voz sonara firme en vez de, sin lugar a dudas, temblorosa.

No respondió, pero volvió a estudiarme detenidamente— Necesito arreglarme para salir antes de que mis amigos lleguen. Si no tienes ningún propósito al estar aquí, entonces, ¿Podrías encontrar otra casa por la que vagar?

Su risa cantarina llenó la habitación nuevamente.

—No vago por las casas de las personas. —Como si yo hubiese dicho la cosa más tonta que alguna vez hubiese escuchado— Está fijado. —dijo de nuevo, sonriendo ampliamente.

Empecé a preguntarle a lo que se refería cuando, una vez más, me quedé sola en mi habitación. Me giré en círculos, esperando verla caminando por allí, pero se había ido.

Necesitando escuchar la normalidad que era escuchar el canto desafinado de mi madre mientras preparaba la cena, fui y abrí la puerta de mi habitación. Necesitaba ver a Justin. Quería respuestas.

Antes de Justin, las almas no hablaban conmigo. Me había gustado de esa manera. Me gustaría mantenerlo de esa manera. No me agradaba la idea de que las almas caminaran hacia mí, me tocaran y me hablaran. Podía lidiar con su presencia, pero prefería ignorarlas y, en respuesta, ser trataba como todos los demás. Di otra rápida vuelta en mi habitación y en silencio cerré la puerta. Caminé al otro lado del cuarto, poniendo distancia entre la puerta y yo. Lo último que necesitaba era que mi mamá escuchase lo que estoy a punto de hacer.

—Justin. —dije en voz alta.

Me había hablado desde el otro lado de un pasillo lleno de gente. Me imaginaba que podía escucharme en cualquier lugar. Pero igual no era ninguna experta en las señales de las almas. Nunca había sentido la necesidad de contactar alguna. Esperé, pero nada sucedió.

Me giré para revisar detrás de mí. —¿Justin? —dije nuevamente, sintiéndome estú.pida.

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